lunes, 21 de noviembre de 2016

Santa Cecilia, patrona de los músicos... por error


¿Por qué Santa Cecilia es considerada la patrona de los músicos?
Cada 22 de noviembre, los músicos nos felicitamos unos a otros, nos felicitan los demás y tenemos pretexto para hacer fiesta, pachanga, reunión y lo que resulte. Se dice que en este día se celebra el “Día del Músico”. A diferencia de otras celebraciones de las que apenas nos vamos enterando gracias al feis o a google, como el día del zurdo, el día del poeta, el día del disléxico o el día del proctólogo, el día del músico se celebra con mayor o menor boato desde hace ya mucho tiempo.
Pero ¿de dónde viene esta celebración en la que toda suerte de músicos, musiquetes, filarmónicos, mariachis, cumbieros, jazzistas, rockeros, norteños, metaleros, guapachosos, vanguardistas, rascatripas, soplatubos, dijeis y demás fauna entregada al arte de la musa Euterpe aprovechan para juntarse a humedecer las fauces con líquidos espirituosos o al menos para darse abrazos y palmadas en la espalda unos a otros?
Todo esto es a causa de una metida de pata.
Ocurre que en la antigua Roma, por allá del siglo II, durante los reinados de Marco Aurelio y Cómodo (si vieron “Gladiador”, Cómodo es el emperador malo que interpreta Joaquin Phoenix), existió una joven, Cecilia, hija de la familia de un senador, que desde su infancia, y a escondidas de sus padres, se había convertido al cristianismo. Ocurre que la familia, viendo que Cecilia ya estaba en edad de merecer, la casaron con un joven llamado Valeriano, al cual el cristianismo le importaba un rábano. Después de la boda, en la cual seguramente tocaron unos mariachis malhumorados porque todavía no tenían día para celebrar, la pareja se retiró a la cámara nupcial a disfrutar de su luna de miel. Cecilia, que era muy virtuosa, salió con el cuento de que había consagrado su virginidad al Señor y que un ángel estaba ahí mismo cuidando que el excitado novio no fuera a agarrarle aquellito. El pobre Valeriano, incrédulo, frustrado y como carpa de circo, le dijo que quería ver al ángel. Para eso, le explicó Cecilia, tenía que lanzarse en ese momento, tomar un pesero que lo dejara en la Vía Apia, y buscar la tercera piedra miliaria. Ahí lo iba a estar esperando Urbano -no, no otro camión, sino el mismísimo papa Urbano I-. En ese entonces los papas no andaban en papamóvil, sino que andaban a pie, como todos los demás cristianos, a salto de mata para que no los agarraran los granaderos ni los centuriones judiciales.
De regreso -le dijo Cecilia-, me traes una coca light.
Pensando en ver si así la Santa Sede… digo, si así la santa cede y “da su brazo a torcer”, Valeriano se puso los calzones y se fue como de rayo a cumplir con el mandado. Cuando estuvo ante Urbano, el papa le dijo que si quería ver al ángel que cuidaba a Cecilia, se tendría que bautizar y hacerse cristiano.
-Sí, órale va… pero rápido, porque me cierran el Oxxo…

Cuentan las Actas del Martirio de Santa Cecilia, el único documento histórico que habla de esta historia, que cuando Valeriano regresó, ya bien bautizado, se les apareció el ángel y los coronó como esposos con rosas y azucenas. Pero Valeriano era alérgico a las flores y se la pasó estornude y estornude. Tiburcio, su hermano, que había ido a recoger el smoking porque había que entregarlo ese mismo día para que no cobraran recargos, al ver a los esposos, también se convirtió en cristiano y cuentan que se quedo a vivir con ellos, haciendo mal tercio de manera tan eficiente que Cecilia conservó su virginidad.
El prefecto Turcio Almaquio, escandalizado por lo que le parecía era un menage a trois, mandó a Máximo a ponerle en la suya a esos tres degenerados poliamorosos. Pero en aquellos días, eso del cristianismo era como la gripe, y apenas recibió un estornudo del alérgico Valeriano, también se convirtió, por lo que el prefecto tuvo que mandar refuerzos y les echó a los swats y al H. Cuerpo de Granaderos. Primero se escabecharon a Valeriano, a Tiburcio y a Máximo. Luego, agarraron a Cecilia, la encerraron en el baño y trataron de asfixiarla con vapor caliente. Como no pudieron, la metieron en la tina con agua hirviendo y tampoco. Entonces la trataron de decapitar, pero por lo visto sus espadas eran “made in China”, porque nomás no pudieron hacerlo. Se dice que Cecilia, con tremendo tajo en el cuello y cocida como brócoli, todavía sobrevivió tres días, repartiendo limosnas, promoviendo el Teletón y encargando que su casa se convirtiera en iglesia, para evitar que investigaran a su papá el senador por tener una casa construida por el Grupo Higa, mismo que había remodelado el Coliseo y rebacheado la Vía Apia.

¿Y dónde queda la música en toda esta historia? En ningún lado: el asunto de la música lo metieron después por error. En las Actas del Martirio de Santa Cecilia dice que mientras escaldaban a la santa en el baño de su casa, ella cantaba alegremente al son del órgano (¿y qué carajos hacía un órgano -u otro instrumento musical- en el baño?): "cantántibus órganis". En realidad decía "candéntibus órganis", en referencia a un fuelle que se utilizaba para avivar el fuego de la caldera donde la estaban rostizando. Como los órganos musicales -inicialmente llamados "hidraulis"- tenían también un fuelle para alimentar de aire los tubos que producían el sonido, se les nombró del mismo modo: "órganis" u órgano. Así que en vez de pintarla cantando "In-A-Gada-Da-Vida" al son de un órgano Wurlitzer, que es como a menudo la representan, en realidad habría que representarla metida en una olla mientras la preparaban estofada a la cacerola.
No obstante el error, más de mil años después, en 1594 el papa Gregorio XIII decidió que Santa Cecilia “había demostrado una atracción irresistible hacia los acordes melodiosos de los instrumentos” y entonces la proclamó “patrona de la música”. Desde entonces el 22 de noviembre es el Día del Músico. Tal vez por eso los músicos somos tan despistados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario